El asalto al gueto de Gaza, planificado durante seis meses y ejecutado con perfecta sincronización fue diseñado principalmente para ayudar a los partidos israelíes a triunfar en las próximas elecciones de este estado. Los palestinos asesinados son poco más que un triunfo electoral en la lucha desvergonzada entre la derecha y la extrema derecha en Israel. Washington y sus aliados de la UE, perfectamente conscientes de que Gaza iba a ser asaltada, como lo eran que el Líbano lo sería hace pocos años, se sentaron y observaron. Washington, como es habitual, culpó a los palestinos pro-Hamás, con Obama y Bush cantando la misma partitura del grupo de presión proisraelita de EEUU. Los políticos de la UE, sabían del sitio, el castigo colectivo infligido a Gaza, los civiles elegidos como objetivo, etc. [véase el ensayo refrescante de la profesora de Harvard, Sara Roy, en el último London Review of Books] estaban convencidos de que los ataques de cohetitos habían "provocado" a Israel, pero instaron a "ambas partes" para poner fin a la violencia, con efectos nulos. El dictador apolillado Mubarak en Egipto y los islámicos preferidos de la OTAN en Ankara, ni siquiera se tomaron la molestia de hacer una protesta simbólica llamando a sus embajadores de Israel. China y Rusia no convocaron una reunión del Consejo de Seguridad de la ONU para discutir la crisis.
Como resultado de la apatía oficial, un producto de este último ataque será crispar a las comunidades musulmanas a lo largo del mundo y aumentar las filas de muchas organizaciones que Occidente dice combatir en la "guerra contra el terror".
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Lo que distingue a Hamás, que lidia en combate desigual, no son los hombres-bomba, recurso compartido con otros grupos, sino su superior disciplina, manifestada por su habilidad para hacer respetar el alto el fuego declarado unilateralmente contra Israel a lo largo del año pasado. Todas las muertes han de ser condenadas, sobre todo la muerte de civiles, pero Israel es, con mucho, el causante del mayor número de asesinatos, dato que los europeos y los estadounidenses prefieren silenciar completamente. Los palestinos no podrían matar en la proporción en que lo hacen los israelitas puesto que el ejército de Israel está equipado con reactores, carros de combate, misiles y es el más fuertemente armado ejército de ocupación de toda la historia moderna. "Nadie puede rechazar o condenar que se revele contra sus ocupantes una población que ha estado sufriendo una ocupación militar de 45 años", dejó dicho el general Shlomo Gazit, antiguo jefe de la inteligencia militar de Israel, en 1993.
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La única solución aceptable es un único estado, para israelitas y palestinos, en el cual los crímenes del sionismo puedan al fin ser reparados.
No hay otra alternativa. Y la ciudadanía de Israel bien podría cavilar sobre las siguientes palabras de Shakespeare (de El mercader de Venecia), en las que he introducido leves cambios:
"Soy palestino. ¿No tiene ojos el palestino?, ¿No tiene manos, órganos, dimensiones, sentidos, afectos, pasiones? ¿No come la misma comida, no muere por las mismas armas, no padece las mismas enfermedades, no sana del mismo modo, no se calienta en el mismo verano y no se hiela en el mismo invierno, como el judío? Si nos pinchan, ¿no sangramos? Si nos hacen cosquillas, ¿no nos reímos? Si nos envenenan, ¿no morimos? Si nos hacen daño, ¿no nos podemos vengar? Si somos iguales en todo, por qué reprocharnos por ser iguales también en eso… la villanía que nos enseñaron, la llevaré a cabo; y será duro, pero mejoraré la instrucción."
Tariq Ali es miembro del consejo editorial de SIN PERMISO. Su último libro publicado es The Duel: Pakistan on the Flight Path of American Power [hay traducción castellana en Alianza Editorial, Madrid,2008: Pakistán en el punto de mira de Estados Unidos: el duelo].
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