domingo, 4 de enero de 2009

El silencio de Obama

Ni una palabra sobre Gaza. Tenía la esperanza de que Obama hablara sobre ello en su mensaje radiofónico semanal . En vano. El presidente electo sólo aborda la crisis económica y su solución. Un plan de recuperación y reinversión que empezará a discutir la próxima semana con los líderes de los dos partidos mayoritarios.

Pero la paz en Oriente Próximo, al menos el alto el fuego, también es urgente e inaplazable. Si el principio de que sólo hay un presidente es válido, debe serlo para todo. Para la política exterior y para la económica. Si Obama lo esgrime a su antojo, su silencio sobre Gaza se vuelve estridente y peligroso.

Si hay alguna fuerza en el planeta capaz de embridar a Israel, es Estados Unidos. Las advertencias y lamentos de la Unión Europea caen en saco roto. Por eso el silencio de Obama puede ser interpretado en Jerusalén como su visto bueno a la barbarie. El nihil obstat del emperador a la masacre. O tal vez no sea tan sencillo.

Estos días he aprendido en carne propia que la visión sobre Palestina es radicalmente diferente en Estados Unidos. Aquí Hamas es un grupo terrorista. Sostenido además por el enemigo, Irán. Punto. Acabar con Hamas en Gaza es un fin justo. Las víctimas civiles, lamentables, son simples daños colaterales . Desde luego hay manifestaciones en contra, como la del viernes en Washington. Pero la valoración del establishment no admite esos matices en público.

Supongo que es lógico. El lobby judío es enormemente poderoso. Su influencia se extiende a todos los ámbitos Su influencia se extiende a todos los ámbitos, especialmente a los medios de comunicación. Desafiar su poder es temerario. Que se lo digan a la futura secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton. Y eso por guardar silencio en un mitin en Ramala hace nueve años. La mujer de Yasir Arafat, Suha, acusó entonces a los israelíes de utilizar gases tóxicos contra los palestinos. Clinton no dijo nada e incluso la besó al terminar el acto. Se justificó en una traducción defectuosa pero le llovieron editoriales en contra. El incidente estuvo a punto de dar al traste con su posterior carrera de senadora y todavía se lo recuerdan.

No me extraña pues que midan las palabras en público, aunque las gestiones diplomáticas tengan otro cariz, más humano. La secretaria de Estado en funciones, Condoleezza Rice, mucho más a la derecha que Clinton, ha filtrado que en sus conversaciones telefónicas con los líderes israelíes, les ha urgido a un alto el fuego inmediato . De momento sin resultado.

Normal. La administración saliente más que coja, agoniza. Debe ser Obama quien zanje la cuestión. Puedo entender sus razones. Incluso su prudencia o sus prioridades. Pero amparar la barbarie es incompatible con Camelot. Pudre el cambio desde dentro. Los hijos de los palestinos tienen el mismo derecho que los israelíes a que no lluevan misiles sobre sus casas. El terrorismo es inaceptable, pero no se puede acabar con él usando el mismo terror o violando la ley y la justicia hasta hacerlas irreconocibles. Aunque sea guardando silencio. Clama al cielo.

Ni una palabra sobre Gaza. Tenía la esperanza de que Obama hablara sobre ello en su mensaje radiofónico semanal . En vano. El presidente electo sólo aborda la crisis económica y su solución. Un plan de recuperación y reinversión que empezará a discutir la próxima semana con los líderes de los dos partidos mayoritarios.

Pero la paz en Oriente Próximo, al menos el alto el fuego, también es urgente e inaplazable. Si el principio de que sólo hay un presidente es válido, debe serlo para todo. Para la política exterior y para la económica. Si Obama lo esgrime a su antojo, su silencio sobre Gaza se vuelve estridente y peligroso.

Si hay alguna fuerza en el planeta capaz de embridar a Israel, es Estados Unidos. Las advertencias y lamentos de la Unión Europea caen en saco roto. Por eso el silencio de Obama puede ser interpretado en Jerusalén como su visto bueno a la barbarie. El nihil obstat del emperador a la masacre. O tal vez no sea tan sencillo.

Estos días he aprendido en carne propia que la visión sobre Palestina es radicalmente diferente en Estados Unidos. Aquí Hamas es un grupo terrorista. Sostenido además por el enemigo, Irán. Punto. Acabar con Hamas en Gaza es un fin justo. Las víctimas civiles, lamentables, son simples daños colaterales . Desde luego hay manifestaciones en contra, como la del viernes en Washington. Pero la valoración del establishment no admite esos matices en público.

Supongo que es lógico. El lobby judío es enormemente poderoso. Su influencia se extiende a todos los ámbitos Su influencia se extiende a todos los ámbitos, especialmente a los medios de comunicación. Desafiar su poder es temerario. Que se lo digan a la futura secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton. Y eso por guardar silencio en un mitin en Ramala hace nueve años. La mujer de Yasir Arafat, Suha, acusó entonces a los israelíes de utilizar gases tóxicos contra los palestinos. Clinton no dijo nada e incluso la besó al terminar el acto. Se justificó en una traducción defectuosa pero le llovieron editoriales en contra. El incidente estuvo a punto de dar al traste con su posterior carrera de senadora y todavía se lo recuerdan.

No me extraña pues que midan las palabras en público, aunque las gestiones diplomáticas tengan otro cariz, más humano. La secretaria de Estado en funciones, Condoleezza Rice, mucho más a la derecha que Clinton, ha filtrado que en sus conversaciones telefónicas con los líderes israelíes, les ha urgido a un alto el fuego inmediato . De momento sin resultado.

Normal. La administración saliente más que coja, agoniza. Debe ser Obama quien zanje la cuestión. Puedo entender sus razones. Incluso su prudencia o sus prioridades. Pero amparar la barbarie es incompatible con Camelot. Pudre el cambio desde dentro. Los hijos de los palestinos tienen el mismo derecho que los israelíes a que no lluevan misiles sobre sus casas. El terrorismo es inaceptable, pero no se puede acabar con él usando el mismo terror o violando la ley y la justicia hasta hacerlas irreconocibles. Aunque sea guardando silencio. Clama al cielo.

Ni una palabra sobre Gaza. Tenía la esperanza de que Obama hablara sobre ello en su mensaje radiofónico semanal . En vano. El presidente electo sólo aborda la crisis económica y su solución. Un plan de recuperación y reinversión que empezará a discutir la próxima semana con los líderes de los dos partidos mayoritarios.

Pero la paz en Oriente Próximo, al menos el alto el fuego, también es urgente e inaplazable. Si el principio de que sólo hay un presidente es válido, debe serlo para todo. Para la política exterior y para la económica. Si Obama lo esgrime a su antojo, su silencio sobre Gaza se vuelve estridente y peligroso.

Si hay alguna fuerza en el planeta capaz de embridar a Israel, es Estados Unidos. Las advertencias y lamentos de la Unión Europea caen en saco roto. Por eso el silencio de Obama puede ser interpretado en Jerusalén como su visto bueno a la barbarie. El nihil obstat del emperador a la masacre. O tal vez no sea tan sencillo.

Estos días he aprendido en carne propia que la visión sobre Palestina es radicalmente diferente en Estados Unidos. Aquí Hamas es un grupo terrorista. Sostenido además por el enemigo, Irán. Punto. Acabar con Hamas en Gaza es un fin justo. Las víctimas civiles, lamentables, son simples daños colaterales . Desde luego hay manifestaciones en contra, como la del viernes en Washington. Pero la valoración del establishment no admite esos matices en público.

Supongo que es lógico. El lobby judío es enormemente poderoso. Su influencia se extiende a todos los ámbitos Su influencia se extiende a todos los ámbitos, especialmente a los medios de comunicación. Desafiar su poder es temerario. Que se lo digan a la futura secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton. Y eso por guardar silencio en un mitin en Ramala hace nueve años. La mujer de Yasir Arafat, Suha, acusó entonces a los israelíes de utilizar gases tóxicos contra los palestinos. Clinton no dijo nada e incluso la besó al terminar el acto. Se justificó en una traducción defectuosa pero le llovieron editoriales en contra. El incidente estuvo a punto de dar al traste con su posterior carrera de senadora y todavía se lo recuerdan.

No me extraña pues que midan las palabras en público, aunque las gestiones diplomáticas tengan otro cariz, más humano. La secretaria de Estado en funciones, Condoleezza Rice, mucho más a la derecha que Clinton, ha filtrado que en sus conversaciones telefónicas con los líderes israelíes, les ha urgido a un alto el fuego inmediato . De momento sin resultado.

Normal. La administración saliente más que coja, agoniza. Debe ser Obama quien zanje la cuestión. Puedo entender sus razones. Incluso su prudencia o sus prioridades. Pero amparar la barbarie es incompatible con Camelot. Pudre el cambio desde dentro. Los hijos de los palestinos tienen el mismo derecho que los israelíes a que no lluevan misiles sobre sus casas. El terrorismo es inaceptable, pero no se puede acabar con él usando el mismo terror o violando la ley y la justicia hasta hacerlas irreconocibles. Aunque sea guardando silencio. Clama al cielo.
Ni una palabra sobre Gaza. Tenía la esperanza de que Obama hablara sobre ello en su mensaje radiofónico semanal . En vano. El presidente electo sólo aborda la crisis económica y su solución. Un plan de recuperación y reinversión que empezará a discutir la próxima semana con los líderes de los dos partidos mayoritarios.

Pero la paz en Oriente Próximo, al menos el alto el fuego, también es urgente e inaplazable. Si el principio de que sólo hay un presidente es válido, debe serlo para todo. Para la política exterior y para la económica. Si Obama lo esgrime a su antojo, su silencio sobre Gaza se vuelve estridente y peligroso.

Si hay alguna fuerza en el planeta capaz de embridar a Israel, es Estados Unidos. Las advertencias y lamentos de la Unión Europea caen en saco roto. Por eso el silencio de Obama puede ser interpretado en Jerusalén como su visto bueno a la barbarie. El nihil obstat del emperador a la masacre. O tal vez no sea tan sencillo.

Estos días he aprendido en carne propia que la visión sobre Palestina es radicalmente diferente en Estados Unidos. Aquí Hamas es un grupo terrorista. Sostenido además por el enemigo, Irán. Punto. Acabar con Hamas en Gaza es un fin justo. Las víctimas civiles, lamentables, son simples daños colaterales . Desde luego hay manifestaciones en contra, como la del viernes en Washington. Pero la valoración del establishment no admite esos matices en público.

Supongo que es lógico. El lobby judío es enormemente poderoso. Su influencia se extiende a todos los ámbitos Su influencia se extiende a todos los ámbitos, especialmente a los medios de comunicación. Desafiar su poder es temerario. Que se lo digan a la futura secretaria de Estado, Hillary Rodham Clinton. Y eso por guardar silencio en un mitin en Ramala hace nueve años. La mujer de Yasir Arafat, Suha, acusó entonces a los israelíes de utilizar gases tóxicos contra los palestinos. Clinton no dijo nada e incluso la besó al terminar el acto. Se justificó en una traducción defectuosa pero le llovieron editoriales en contra. El incidente estuvo a punto de dar al traste con su posterior carrera de senadora y todavía se lo recuerdan.

No me extraña pues que midan las palabras en público, aunque las gestiones diplomáticas tengan otro cariz, más humano. La secretaria de Estado en funciones, Condoleezza Rice, mucho más a la derecha que Clinton, ha filtrado que en sus conversaciones telefónicas con los líderes israelíes, les ha urgido a un alto el fuego inmediato . De momento sin resultado.

Normal. La administración saliente más que coja, agoniza. Debe ser Obama quien zanje la cuestión. Puedo entender sus razones. Incluso su prudencia o sus prioridades. Pero amparar la barbarie es incompatible con Camelot. Pudre el cambio desde dentro. Los hijos de los palestinos tienen el mismo derecho que los israelíes a que no lluevan misiles sobre sus casas. El terrorismo es inaceptable, pero no se puede acabar con él usando el mismo terror o violando la ley y la justicia hasta hacerlas irreconocibles. Aunque sea guardando silencio. Clama al cielo.

por Gabriel Herrero. Washington.

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