Esta historia arranca en la madrugada del 28 de octubre de 1996 con el desalojo manu militari del Cine Princesa y llega hasta la absolución de los Tres de Gracia, tres jóvenes acusados falsamente de terrorismo. Con un protagonista central: el Grupo VI de la Brigada Provincial de Información del Cuerpo Nacional de Policía, especializado en la represión de la disidencia política y social. Pero Crónicas del 6 es un libro abierto y no tiene final. Porque, a pesar del supuesto relevo policial de los Mossos d’Esquadra, el Grupo VI —y sus agentes— continúa plenamente operativo. Los unos y los otros son parte complementaria de la maquinaria represiva que el Estado necesita para imponer, como sea, una improbable paz social en tiempos de desigualdades e injusticias crecientes.
La actuación del Grupo VI de la Brigada de Información de la Policia Nacional es todo un compendio de las diferentes tácticas y estratagemas que pueden emplearse para desacreditar y destruir la actuación de los movimientos sociales. Cuando en el 2006 se publicó Cróniques del 6 i altres retalls de la claveguera policial, se convertiría inmediatamente en un libro imprescindible para entender cómo la policía puede llegar a ser, realmente, un instrumento político al servicio de los peores intereses. Montajes, persecuciones, torturas, pinchazos telefónicos, bulos mediáticos, infiltraciones... todo esto y mucho más, cabe para impedir que exista un espacio crítico realmente vivo y capaz de cuestionar en la práctica los límites del sistema y el establishment.
Como bien explica su autor en el prólogo a esta edición, la traducción de este texto al castellano se convirtió desde el principio en una exigencia: «Quien más tozudamente insistió en la presente traducción al castellano de Cròniques del 6 fue Pepe Beunza, el primer objetor de conciencia no violento al servicio militar en plena dictadura y con dos consejos de guerra a sus espaldas: "hay que traducirlo" insistía. Gabriela Serra, incansable militante y segunda madre de muchos de nosotros, se sumó enseguida al coro: "ya tardáis". Después llegó Bruno, el traductor inesperado, que desde Madrid y en un correo electrónico a Virus se ofrecía voluntario para traducirlo tras leer la versión abreviada que Hace Color distribuyó gratuitamente».
Dos años después de la edición catalana, el aprendizaje colectivo que encierra este libro mantiene plenamente su vigencia. El despliegue de los Mossos d'Esquadra en toda Catalunya, no ha variado las estrategias represivas que se explicaban entonces. Muy al contrario, las ha renovado: el uso de armas de última generación como el denominado kubotán por parte de los Mossos d'Esquadra, el acorralamiento de manifestaciones como nueva táctica antidisturbios aplicada bajo el mandato en la Conselleria d'Interior de Iniciativa per Catalunya, el intento de coser a penas multa a los opositores al Plá Caufec en Esplugues de Llobregat o el reciente intento de utilizar los antecedentes por insumisión del militante David Sánchez para encarcelarlo por su participación en una manifestación antifascista, son sólo algunos ejemplos. Todos ellos permiten comprender que la década fatídica que describe David Fernández en este libro aún se prolonga.
Por otra parte, una experiencia colectiva como ésta, que en el caso de este libro se ciñe a hechos sucedidos en Catalunya, es extrapolable, guardando las distancias, a otras partes. Las realidades, las tácticas, las formas pueden ser distintas; pero la relación del poder político y económico con la desobediencia civil es la misma. Al fin y al cabo, lo que el autor denomina como el 6, sus prácticas, sus objetivos, reflejan y concentran un profundo miedo político que une a periodistas, empresarios y políticos de distinta cuerda y nivel: el miedo a que la crítica, la diferencia y la ruptura respecto con un orden injusto y arbitrario se conviertan algún día en una realidad irreprimible.
David Fernàndez (Vila de Gracia, Barcelona, 1974) es periodista y miembro del Ateneu La Torna. Ha estudiado Ciencias Políticas en la UAB y tiene antecedentes penales por insumisión al servicio militar obligatorio y por «daños y atentado» en una acción de protesta contra Fujimori en el consulado peruano de Barcelona en 1997. Entre 1999 y 2002 trabajó como redactor en las revistas de investigación Ardi Beltza y Kale Gorria, cerrada una y perseguida la otra por el juez Baltasar Garzón. Es miembro de Entrepueblos, de la Comissió Catalana de Seguiment al cas Egunkaria y de la Coordinadora para la Prevención de la Tortura. Actualmente colabora con el semanario catalán Directa, con la revista Illacrua y con el quincenal Diagonal.
He aquí unos fragmentos que he encontrado:
Como corresponde a las cloacas del Estado, las cloacas rara vez salen a la superficie. La prensa, hablando claro, no ha sacado ni una coma ni un punto de la existencia del Grupo 6 de la BPI.
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Condena de 600€ a un policía español por matar a un joven que huía con un coche robado. Condena de 240€ a una inmobiliaria por dos meses de mobbing (sin agua ni luz) en la calle Verdi de Gracia. 25€ de multa a un concejal de la Plataforma per Catalunya (partido xenófobo y racista) por intentar quemar una mezquita. ¿El que la hace la paga? 20.000€ por quemar un cajero automático. Y 18 años de cárcel. La mitad para el asesino del joven militante antirracista Guillem Agulló.
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Fue una sentencia judicial la que vino a determinar qué papel desempeñaba exactamente el grupo 6 en el oasis catalán. Y lo hizo con una frase, en una sola línea de una sentencia firme que tildaba así el informe remitido por el 6: «parece redactado por la afortunadamente extinta Brigada Político-Social más que por un cuerpo policial perteneciente a un estado de derecho». Ningún político tomó nota.
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Pinochet se pone enfermo para evitar la acción de los tribunales. De la Rosa, pobrecito, está deprimido y le conceden el tercer grado. Vera también está traumatizado: ya está en la calle. Y Galindo, también puesto en libertad. Gente peligrosa. Es el general de Intxaurrondo que declaró en la Audiencia Nacional: «con seis hombres de los míos reconquistamos América Latina de nuevo». Y se quedó tan pancho. Muy valientes para reconquistar pueblos y continentes, pero con la manía enquistada de enfermar repentinamente cada vez que los encarcelan.
El resto de presos también enferman. Se deprimen. Y se suicidan. La estadística, la maldita estadística: 1000 presos muertos en Catalunya entre 1990 y 2000. Más de 4000 en el Estado. Muertos en prisión, lejos de los suyos, desatendidos. Y tienen que pasar años, a veces catorce, para que te reconozcan que «todo fue un error». Desde 2004, el Estado ya ha pagado 2.6 millones de euros por sentencias condenatorias firmes por «negligencia» en hechos producidos en las cárceles españolas entre 1990 y 2003.
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La fotografía fija vasca: ochocientas cincuenta personas muertas en acciones de ETA y de otras organizaciones armadas vascas. Innegable, pero parcial. El mapa (inacabado) del sufrimiento -de todos los sufrimientos- en el País Vasco es aún más impactante si se sale de la instantánea fija en blanco y negro y se pasa al color de la realidad:
Trescientas cuarenta y dos víctimas del terrorismo de Estado causadas por policías diversas, grupos ultra o servicios paralelos; 30.000 detenidos, 16.000 encarcelados, 5.300 denuncias por torturas, 3.000 refugiados o exiliados; 13 personas muertas en comisaría por torturas y malos tratos, 16 presos muertos en los centros penitenciarios.
Para quien quiera acercarse, conocerla e intentar entenderla más allá de la dialéctica del cinismo de Martín Villa («dos a uno a nuestro favor», soltó después de un enfrentamiento armado con el resultado de tres muertos):
-Lo nuestro son errores, lo otro crímenes.
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En los últimos años, las operaciones contra el fundamentalismo islámico no han parado, cada vez con titulares más grandes. Hoy hay 139 presos en el Estado como consecuencia de las sucesivas detenciones. Pero ya se han producido más de 250 detenciones bajo la legislación antiterrorista. Ciento cuatro han salido en libertad sin cargos. Es decir, detenciones al por mayor.
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http://www.lahaine.org/index.php?p=35651
http://www.asueldodemoscu.net
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