Un gol de Iniesta a falta de cuatro minutos para el final de la prórroga dio a España el primer Mundial de su historia. El gol más importante de nuestras vidas, un gol que ya es tan inmortal como este genio que nació para hacernos felices. Gracias.
España es campeona del Mundo. Pocas frases tan sencillas esconden tanta historia detrás, tanta pasión, tanta felicidad, tanta alegría. Y tanto sufrimiento, porque cuánto costó ganar. Qué prórroga tan eterna, tan interminable. ¿Por qué tenemos que sufrir tanto siempre para todo? Qué nervios, qué tensión, qué bien sabe la victoria. ¡Qué felices nos has hecho Iniesta! Gracias por hacernos campeones del Mundo, por hacernos sentir tan grandes, por hacernos inmortales. Quizá nunca seas conscientes de lo que has hecho por nosotros, pero nunca podremos olvidarlo.
Y es que las aventuras de España en los Mundiales eran hasta ahora un quiero y no puedo. Ahora queremos y podemos, ¡claro que podemos! Con este triunfo sobre Holanda, la Selección ahuyenta fantasmas y construye sueños. Los de estos 23 héroes y los de todos los que una vez persiguieron ese deseo vestidos de rojo. Pero también se ha hecho realidad el sueño de millones de aficionados que habíamos vivido atormentados por una decepción constante, por una frustración permanente. Por eso ahora la alegría es tan inmensa después de un sufrimiento tan inhumano como fue el encuentro. Los dueños del juego son ya campeones del mundo.
Se olvidaron esos goles imposibles de fallar, los lamentos del Naranjito, los goles que fueron y nos negaron, los codazos que nos mancharon la camiseta de sangre, los autogoles incomprensibles y los silbatos equivocados. Todo eso que tanto nos angustió durante nuestra vida se entiende ahora como un peaje por el que había que pasar para poder llegar al paraíso.
Todos ellos merecen esta victoria, que fue el triunfo del fútbol sobre la violencia de los holandeses, que ensuciaron con sus salvajes patadas lo que debía ser una fiesta. Individuos como Van Bommel y De Jong no son dignos de vestir la camiseta que un día ya demasiado lejano fue la de la Naranja Mecánica. Como nunca debió arbitrar una final Howard Webb, incapaz de erradicar tanto juego subterráneo. Un inepto con silbato.
1 comentario:
http://www.lavanguardia.es/lv24h/20100818/53985916347.html
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